miércoles, 27 de febrero de 2013

La funcionalidad de la mesura



Una nota
Uno nota
Uno anota


La funcionalidad de la mesura


Es muy interesante observar la manera en que encontrar promedios en el funcionamiento de las cosas, facilita la comprensión y aplicación de mecanismos para la vida,  generando así la sensación de haber ascendido algún peldaño más por las escalerillas que devienen en futuro.

J. S. Bach propuso, con objetivos pedagógicos seguramente, su obra maestra en dos partes “El clave bien temperado”. Todo un tratado de la mesura llevado a la música. En pocas palabras, la innovación consistiría en organizar los intervalos de la escala cromática (12 sonidos) en partes exactamente iguales, de manera que la música pudiese modular por diferentes tonalidades sin necesidad de afinar nuevamente el instrumento en cada una de ellas. Bach había dado un paso más hacia la nueva forma de concebir la distancia entre los sonidos, estimulando la necesidad de establecer puntos en común donde el universo musical lograra girar libremente sin desmantelarse: había abordado el concepto de estandarización con la intensión de promediar las vibraciones sonoras, de modo que ninguna desagrade convincentemente al oído humano en su mutación por los diversos estratos armónicos.

Sin dudas (casi) en la última parte del párrafo anterior se encuentra uno de los elementos principales que constituyen el engaño. Sí, “promediar las vibraciones (cualquiera fuera su naturaleza, agrego) de modo que ninguna desagrade convincentemente” es la clave de que las cosas, tal como las conocemos, funcionen. Esto sería algo así como encontrar una salida efectiva, y elegante sobre todo, al conflicto entre razón y naturaleza; pero también una falacia. 

Sin la intención de volcar una visión negativa en la idea de que las cosas se vuelvan una suerte de engaño apenas descubrimos los medios y medidas que determinan sus mecanismos, es que comprendemos que las ilusiones y espejismos nacen de persuadir a los impulsos naturales de su desorden primigenio, pudiendo establecer convenciones, con la facilidad del genio para componer un sistema propio, para definirnos singularmente como “una sociedad” o “una cultura” determinada.

Bueno, tratando de modular sin dificultad hacia el tono más brillante (porque ese fue el impulso que movilizó también al maestro Bach en su composición) sería adecuado empezar a aceptar que nada es definitivamente tan estable como para condenar arbitrariamente la naturaleza de las cosas, por más, incluso, que desentonen con nuestras pretensiones momentáneas. Veamos, como toque final, que la mesura es meramente funcional y muy eficaz, pero no una absoluta realidad. Si, seguro, una manera de temperar nuestra convivencia.
 
 

Jorge A del Valle
27 de Febrero de 2013
 

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